Manual para comprender y construir una Trajinera


Todo mundo sabe que la Ciudad de México se sitúa en un valle, aunque es necesario aclarar que más bien se tiende sobre lo que alguna vez fue una cuenca lacustre conocida como Anahuac. En la antigüedad la cuenca se hallaba conformada por cinco lagos unidos ocasionalmente entre sí y tenían una profundidad que fluctuaba entre los 8 metros y los escasos centímetros. Esto quiere decir que, dependiendo del caudal de los ríos tributarios o de la temporada del año, los lagos de Anahuac podían ser ya bien extensiones navegables o densos pantanos. Hace unos mil años la parte más septentrional (norte) de la cuenca, constituida por los lagos de Zumpango y de Xaltocan, era la menos atractiva y la de más bajo nivel. El lago salobre de Texcoco, situado al centro de la cuenca, era el más profundo y codiciado; ahí se establecieron los dominios de la Triple Alianza (formada por Texcoco, Tenochtitlan y Tlacopan). Finalmente los lagos de agua dulce de Xochimilco y Chalco, situados en la parte meridional (sur) eran los que poseían las mejores tierras cultivables en sus riberas y también ofrecían buenas condiciones para la navegación. Estas tierras fértiles gracias a la técnica del chinampeo alimentaron por siglos a los pueblos establecidos en las orillas del sistema lacustre y para ello fue necesario que los indios desarrollaran un sistema de transportación ágil y eficaz, que fueron las canoas y los ancestros de nuestras hoy turísticas Trajineras. Fue tan importante este medio de transporte de mercancías y personas que es posible decir sin exagerar que la Ciudad de México ha tenido un pesado tránsito vehicular desde mediados del siglo XV. Se calcula que a la llegada de los conquistadores en 1519 la cuenca de México era surcada diariamente por unas 80,000 canoas o acaltin aproximadamente. Se trataba de embarcaciones de todo tipo y tamaño cuyo tránsito impactó a los europeos, que dejaron testimonios como el de Motolinía, quien escribió que:

“… había en México muchas acallis o barcas para servicio de las casas, y otras muchas de tratantes que venían con bastimentos a la ciudad, y todos los pueblos de la redonda, que están llenos de barcas que nunca cesan de entrar y salir de la ciudad, la cuales eran innmerables. En las calzadas habían puentes que fácilmente se podían alzar; y para guardarse de la parte del agua eran las barcas que digo, que eran sin cuenta, porque hervían por el agua y por las calles.”

Actualmente este medio de transporte acuático es conocido por los nombres de Canoa, Trajinera o Chalupa. La primera palabra no es castellana, proviene del Caribe y era el nombre que recibían las embarcaciones pequeñas que utilizaban los indios. El nombre de Trajinera debería ser aplicado únicamente al comercio (Trajinar significa “transportar géneros de un lado a otro”) pero resulta obvio que en su origen la palabra no contemplaba el uso turístico que con el tiempo se les daría a estas naves. Finalmente, la palabra Chalupa pasó del holandés Sloep al francés Chaloupe y probablemente fue introducida en México durante el siglo XIX, años en los que hubo una notable influencia francesa y se propusieron una gran cantidad de proyectos para implementar de manera comercial la navegación en lagos y canales de la cuenca. Es necesario aclarar que algunas personas caen en un error al decir que “van a Xochimilco a subirse en una Chinampa”, pues una chinampa es una extensión artificial de tierra situada a la orilla de un cuerpo de agua, pero fija.

En tiempos pasados las acaltin o canoas esbeltas y alargadas podían ser talladas a partir de un solo tronco de árbol. Estas embarcaciones estrechas y de fondo plano carecían de juntas o clavos; se trataba de canoas movidas por remo o pértiga y es probable que, de acuerdo con su longitud, llegaran a darle cabida hasta a unos doce o quince pasajeros o a una buena cantidad de mercancías (Fray Toribio de Benavente Motolinía dice haber visto una hasta con sesenta personas a bordo). Un ejemplo de este tipo de canoas prehispánicas, aún en buen estado de conservación, puede admirarse en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia. Aunque hoy estas canoas individuales se siguen utilizando, ya no son talladas sino ensambladas con varias piezas de madera. Se les conoce como Tulillos, se utilizan para el comercio de alimentos y artesanías en los canales turísticos y sus medidas más básicas son de aproximadamente 150 por 40 cm.


Existen todavía unos once astilleros o talleres de construcción de canoas y trajineras, la mayor parte de ellos situados en los canales de las zonas chinamperas residuales de Xochimilco y Tlahuac. Los artesanos especializados en este oficio poseen una gran cantidad de habilidades que deben conjugar para poder armar y botar al agua una embarcación. Entre otras cosas sus conocimientos incluyen ser carpintero, herrero y ocasionalmente pintor para crear naves con técnicas que varían de acuerdo con el número de pasajeros o las actividades en que serán utilizadas. El maestro constructor de trajineras dirige a un grupo limitado de aprendices y trabajadores; para mantener esta continuidad operativa que forma parte de los rasgos culturales de los habitantes de la ribera de la cuenca, los maestros han preservado a través de generaciones ideas y soluciones específicas para el entorno geográfico y ecológico, tales como la anatomía invariable de las naves (de forzoso fondo plano debido a la profundidad variable de los lagos), los diferentes tipos de madera que requiere cada parte de la chalupa y los métodos o materiales de ensamblaje y sellado de las fisuras que las harán más durables y redituables. La única actividad que no se desempeña en el astillero es la creación de los portales coloridos de las trajineras y los toldos, que usualmente son encargados a otros artesanos especializados y cuestan aproximadamente unos cuatro mil pesos (cuatrocientos dólares).

Tener una trajinera privada en Xochimilco resulta algo relativamente sencillo. Sólo hace falta ser vecino de alguno de los pueblos o barrios (de otra forma no tiene sentido), acercarse a alguno de los astilleros y pagar el precio establecido por el maestro constructor. Este al entregarla tallará a cincel, en un costado de la nave, el nombre del propietario y la fecha de factura, que sirven también como registro informal (y único) para poder surcar los canales con libertad, pues no es necesario dar de alta el vehículo frente a ninguna autoridad delegacional. No sucede lo mismo con la navegación turística; como referencia, el precio de una trajinera Grande a principios de este siglo XXI es de quince mil pesos (unos mil quinientos dólares) sin contar la mesa y las sillas a bordo, el toldo y la portada, que costarían aproximadamente otros quince mil. En el caso de la navegación comercial también hay que tomar en cuenta que la embarcación debe estar adscrita a una flota, una Unión o un embarcadero (es decir, contar con un lugar para atracar y pertenecer a un gremio) y un permiso de las autoridades y de SECTUR para brindar servicio. En total, una trajinera funcional y lucrativa le cuesta a su permisionario unos cien mil pesos (diez mil dólares).
Debido a estas convenciones y a la acción reguladora de la Delegación Xochimilco las trajineras que hoy circulan por los canales tienen cinco tamaños principalmente: el Bote Colectivo para más de 30 pasajeros que funciona como transporte, aunque no siempre de uso turístico; la Canoa de Porte o carga, la Canoa Grande (para 20 pasajeros sentados en sillas, con un mesón central, toldo y portada colorida) y la Mediana (para 12 personas en las mismas condiciones) son las que se utilizan de manera comercial, de manera que la trajinera Chica o Tulillo (individual, de 1 a 3 pasajeros, angosta, sin toldo ni portada) es utilizada en forma privada para la venta de souvenirs y alimentos y para el transporte personal de los habitantes de las chinampas. Las trajineras más utilizadas hoy en día son la Grande y la Mediana, y estos vehículos turísticos se diferencian de los de uso privado por contar con un toldo o techo y tener una portada colorida en la que puede leerse el nombre con el que fue bautizada (hoy, la mayor parte de las veces en inglés, también ostentan el nombre de la operadora turística que las renta o financia), además de que las trajineras privadas tienen acceso a una extensa e intricada red de canales que un turista jamás vería.

Para construir (y destruir) una Trajinera

Don Pedro del Monte Altamirano tiene 67 años de edad y unos 50 dedicado a la construcción de trajineras en el barrio de Natívitas, en Xochimilco. Nació en el Barrio de la Santísima y comenzó en el oficio gracias a su padrino de bodas. Recuerda que en sus primeros días recibía cuatro pesos diarios en el taller y trabajaba ahí con otros dos chalanes. Hoy la mayor parte de los once astilleros que aún existen son dirigidos por personas a quienes Don Pedro les enseñó. El tiempo de construcción actual de una de estas embarcaciones fluctúa entre los siete y los quince días. A continuación se ofrecen datos por él aportados para la construcción de una canoa o trajinera.

Tamaños (de mayor a menor)

El tamaño de un Bote Colectivo es variable y de hecho se trata de naves que están en proceso de extinción. Tenían usos turísticos y locales, pero el tránsito pesado en los canales y la urbanización de Xochimilco han ido limitando su uso cada vez más. La Canoa de Porte sirve solamente para transporte de productos, y aunque el número que de ellas existe es limitado, podemos decir que tiene unos 8.30 mts. de largo por 2.80 mts. de ancho. Le siguen la trajinera Grande, con medidas de 7 mts. de largo por 1.80 mts. de ancho y la Trajinera o Canoa Mediana, cuyas medidas son 5 por 1.20 mts. Todas cuentan con un fondo aproximado o “altura de brazos” de aproximadamente 65 cm.

Anatomía de una Trajinera

La trajinera tiene tres partes básicas: los Brazos, el Fondo y las Cabeceras. Dependiendo del tamaño, los Brazos pueden ser de una o varias piezas de madera; se hacen con tablas de Pino que varían en espesor, de manera que los brazos de una trajinera Grande tienen un espesor de 7 cm. mientras que los de las Medianas o Chicas sólo de unos 4 cm. Si no es posible encontrar una pieza de madera suficientemente grande para los brazos, el constructor deberá unir secciones mediante un corte escalonado reforzado con soleras de acero y tornillos que evite las filtraciones y que brinde seguridad estructural. Las Cabeceras tienen medidas que fluctúan entre los 150 y los 200 centímetros dependiendo del tamaño de la embarcación. Se trata de dos plataformas inclinadas hacia el centro de la trajinera que van unidas al fondo y a las cabeceras. Se construyen uniendo tablas de Oyamel cuya anchura es de 21.5 cm. cada una mediante un ingenioso método en el que clavos largos de hierro son incrustados en forma “cuatrapeada”, alternadamente de abajo hacia arriba, de una tabla a otra, en ambos sentidos. Esto causa una unión muy poco flexible de las tablas, además de que cierra espacios y posibles filtraciones. Las tablas de la Cabecera están unidos en su parte más externa por un travesaño. El Fondo de la Trajinera está conformado por tablas de Encino unidas entre sí con el mismo sistema de clavado transverso y alternado.


Ensamblaje de las piezas y calafateo de la nave

Las partes de una trajinera van unidas entre sí por medio de materiales selectos y técnicas especiales desarrolladas a través de los años, como la del clavado transverso de las tablas y la ausencia absoluta de pegamentos o adhesivos. Cabeceras y Brazos van unidos entre sí por medio de clavos de madera de Pino “especial” (más blanco y resinoso que el pino de los Brazos), mismos que en contacto con el agua se hinchan y evitan las filtraciones. Para afianzar esta unión es necesario utilizar refuerzos; se trata de pedazos de solera metálica de dos pulgadas de ancho que van clavadas a manera de remates en forma de escuadra en las esquinas de la trajinera. Cabeceras y Fondo plano de la embarcación van unidos entre sí por medio de los clavos de pino “especial” que atraviesan la totalidad del espesor de la madera. Dado que las filtraciones de agua ponen siempre en peligro la integridad de una chalupa, las juntas de las maderas que estarán en contacto con el agua deben ser calafateadas (selladas) con fibra de coco machacada, misma que se retaca en los espacios y al entrar en contacto con la humedad aumenta su volumen, impidiendo con ello el paso del agua.

Posteriormente, el recubrimiento con pintura de aceite de colores (generalmente amarilla y roja, con diseños geométricos romboidales) la hará por completo resistente al agua. Es necesario que la trajinera sea botada al agua una semana antes de su utilización formal, para con ello lograr el efecto deseado de hinchazón de los clavos de pino y de la fibra del coco. Asimismo, deberá ser repintada y revisada cada seis meses para mantenerla en buenas condiciones. Sin embargo, una trajinera tiene una vida útil de sólo seis años. Después de este lapso la madera comienza a deteriorarse y la embarcación puede tener dos destinos: el de ser abandonada a su paulatino hundimiento para tiempo después ser recogida por personal de la Delegación o el de ser desensamblada para con sus restos crear pequeños jacales o casas en las chinampas.

Ornamentación y Método de impulso

Las trajineras de Xochimilco y Tlahuac suelen contar con toldos de lámina y portadas coloridas en las que se leen sus nombres, siempre femeninos. Estas portadas constan de una estructura de varilla soldada sobre la cual se colocan secciones de triplay que dan soporte al zacate trenzado que brinda volumen al “rótulo”. El relieve final donde puede leerse el nombre se logra con pastas moldeadas y pinturas acrílicas multicolores.


Anteriormente las portadas eran de flores naturales entrelazadas sobre una base de zacate, pero el advenimiento de la industria turística y el encarecimiento de los materiales han hacho desaparecer por completo esta práctica, que se observó por última vez a principios de los años setenta del siglo XX. Estas flores solían ser cambiadas cada semana. Como alternativa se utilizaron también flores plásticas, pero no tuvieron éxito y finalmente fueron sustituidas por la técnica de pasta sobre zacate.

Dependiendo de su tamaño, las trajineras deben ser impulsadas por una persona utilizando paletas o un remo alargado que se apoya el fondo fangoso de los canales. Este remo largo está hecho de madera de Oyamel y debe ser capaz de funcionar en fondos hasta de cuatro metros de profundidad. Un remero gana aproximadamente cincuenta pesos (5 dls.) por viaje, más propinas.

Gracias a Virina y a Don Pedro del Monte por toda su ayuda
y conocimientos para la realización de este Objeto del Objetario.

Alberto Peralta de Legarreta


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