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Los
trabalenguas dominados de la Ciudad de México
Vamos, te llevo al mercado
de Mixcalco o al de San Nicolás Totolapan,
a Tepito y por qué no, a Pantitlán.
Luego quizás quieras una nieve de Coyoacán
o darte una vuelta por la vendimia de Mixcoac, donde
son famosos los mariscos y la gente que nunca paga por sus accidentes
de auto. Tal vez, de camino, nos toque pasar por debajo de Popotla,
en el metro, o ver la Magdalena Mixiuhca desde arriba.
Lo más seguro es que nos toque tránsito en las calles
de Azcapotzalco y nos dé por decir que es normal,
pues como todo el mundo sabe, fuera del D.F. todo es Cuautitlán.
Iremos también, nada más para que conozcas, al centro
de Tlalpan o al Tepeyac. Ahí tal vez
te compre unos esquites, un tlacoyo con chapulines
o unas frutas caramelizadas como las de Tepotzotlán.
No quisiera que te quedaras sin ver la pirámide de Cuicuilco
ni el famoso centro comercial que pusieron al lado del Zacatépetl.
Ojalá tengas la suerte de que sea un día limpio
y veas el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl,
sí, así, y no “iztlacíhuatl”
como todo el mundo dice. Te mostraré también el
Ajusco, el Tepetzinco y el Citlaltépetl, y si
todo va bien, en una de esas hasta te lleve a remar a Chapultepec,
donde podrás ver muchos ahuehuetes. Mira, para allá,
donde antes eran puros llanos, están Coapa y Xochimilco,
a un ladito de Tlahuac y Milpa Alta. Allá
venden huautzontles, ayotes, chicozapotes y guajes, todo
muy fresco; no es como en
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Iztapalapa donde la gente se muere de sed porque los
hemos olvidado y viven rodeando la prisión de Acatitla,
que por cierto tiene un pueblo tocayo en Tlalnepantla,
que no es lo mismo que Tlanepantla. Por allá por
el poniente la gente vive en los cerros, en las lomas de Huixquilucan,
y otros más, en otro lado, decidieron vivir junto al canal
de Xochiaca, por cierto de aguas negras y nada floridas.
Me habría gustado que conocieras la fuente de la Tlaxpana
y el Lago de Texcoco, del que no queda más que
un cuadrito artificial cerca del aeropuerto y el Peñón
de los Baños, que antes era isla. Hubiera sido bueno también
que vieras los conos volcánicos de Tezonco, hoy
cada día más desaparecidos para tristeza, si viviera,
de Don José María Velasco, a quien le gustaba pintarlos.
Para ir para allá te llevaría por el Río
Churubusco, cerca de Axotla, Chimalhuacán
y Culhuacán, con rumbo a las nopaleras.
En el camino veríamos tianguis y sentirías
que das de machincuepas de tanto bache, pero al final
podrías ver las iglesias de Chalco, Mixquic,
Tulyehualco, Tepepan, Atocpan y Atlapulco.
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Tal vez después de tanto ajetreo, ya cuando estés
reposando en la cama, comiences a preguntarte qué significan
los nombres de cada uno de esos lugares visitados y de las cosas
que te comiste. Estarás tentado a dar por hecho que la
gente de la Ciudad de México sabe perfectamente por qué
se llama así el lugar donde vive o los sitios y calles
por los que transita todos los días de su vida, pero
de seguro estarás equivocado. Pocos lo saben y en realidad
casi a nadie le importa. Muchos capitalinos han perdido la noción
de estar habitando una ciudad con historia y profundas raíces
indias. De entrada ignoran que a diario un 20% de las palabras
que dicen son de origen náhuatl, sobre todo
si se mueven en mercados, les gusta la cocina o simplemente
planean la ruta del día. La paradójica Ciudad
de México está perdiendo sus significados y su
gente habla una lengua que no sólo no entiende, sino
que a veces hasta repudia por el simple hecho de ser india.
Pero ya verás, un día de estos, si existe realmente
la justicia, va a venir el Coco y les va a dar de cuerazos
en las tepalcuanas, nomás por no saber…
Alberto Peralta de Legarreta
El significado
de las palabras nahuas de puede consultar en el
Glosario
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